l fuerte sentimiento de amistad que une a las personas es, sin dudas, una manifestación de amor. Amor que implica contención, comunicación, afecto demostrado, compañía, comprensión y empatía. Esta última, implica comprender el problema de la otra persona, no significa que debemos aceptar el punto de vista del otro, simplemente remite a la posibilidad de entenderlo desde su propio lugar y situación de vida.
"Nunca lo lograremos si no aceptamos que todos los seres humanos están formados por sus propias experiencias que son válidas para ellos, aunque sean contrarias a las nuestras. No podemos suponer que todos perciben el mundo del mismo modo que nosotros. Existirá verdadera empatía cuando salgamos de nosotros mismos para intentar ver las cosas desde el punto de vista de los demás", afirma el autor antes citado.
La verdadera amistad es aquella que se construye como un valor trascendente en medio de una sociedad materialista y en plena crisis.
La amistad sincera requiere de esfuerzos compartidos, de puentes de diálogo y comunicación, por momentos verbal, por momentos llenos de silencio y simple acompañamiento, siempre procurando el respeto y la consideración del amigo. "Cuando buscas el bien en los demás, descubrirás lo mejor de ti mismo", expresa Martín Walsh.
Sería importante entonces sembrar, cultivar y abonar permanentemente este valor de la amistad, no sólo en este día, sino a lo largo de nuestra existencia. Porque cuando el corazón se abre y la generosidad puede manifestarse en la actitud de compartir diálogos, situaciones de vida dolorosas y agradables, momentos importantes en la vida de cada uno, el espíritu se vitaliza con esa energía que emana del afecto y la consideración.
Alimentar cada uno de esos momentos y llenarlos de optimismo y alegría, es tarea de cada persona que comprende que "es consuelo de la tristeza de esta vida tener un hombre a quien fiar los secretos del corazón, que consuele en los casos adversos y se alegre en los prósperos; porque la alegría comunicada crece y la tristeza compartida, disminuye", dice Francisco de Quevedo.
Cuando las personas se unifican en un fuerte sentimiento de amistad, aquel que sufre los embates de la vida a través del tiempo, es que por ley de Afinidad se atraen y disfrutan el compartir puntos de vista y actitudes de vida. Esta es una excelente fragua donde se templa el carácter y a veces aprendemos a lo largo de su camino, a valorar aspectos del amigo, a respetarlo y considerarlo más y mejor en sus etapas de lucha y a apoyarlo más afectivamente, comprendiendo que el sentimiento de amistad se nutre cada día con cada acto, cada palabra y apoyo sincero.
Cada etapa de la vida le dará a la amistad, un enfoque y una particularidad especial: en la infancia, la adolescencia, la juventud o en la madurez del ser, pero en todas, los valores del respeto, la comprensión y la generosidad serán los pilares donde se construirá y cimentará.
Tal vez, en estos tiempos de confusión social y económica, valores como este, puedan revitalizarse con la fuerza que merece lo importante y trascendente de la vida. Confiar en los afectos, provocar los encuentros, gratificarse con la simple compañía de quien amamos y queremos demostrarle todo nuestro afecto y consideración, puede ser enriquecedor para los otros y sobre todo, para nosotros mismos.
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